Para que tu gozo sea cabal

Por Jean B. Bingham
Presidenta General de la Sociedad de Socorro

Jesucristo es la fuente de toda sanidad, paz y progreso eterno

Hermanos y hermanas, me da mucho gozo estar con ustedes; y de eso me gustaría hablarles esta mañana, tener una plenitud de gozo.
En un reciente titular se lee: “Los desastres estremecen la nación [y] el mundo”. Desde huracanes e inundaciones a olas de calor y sequías, desde incendios forestales y terremotos a guerras y enfermedades devastadoras, parece que “toda la tierra [está] en conmoción”.


Millones de personas han quedado desplazadas, e innumerables vidas se han visto interrumpidas por esos desafíos. La contención en las familias y en las comunidades, así como las luchas internas con el temor, la duda, y las expectativas frustradas también nos dejan desconcertados. Puede ser difícil sentir que el gozo del cual Lehi enseñó es el propósito de la vida. En ocasiones todos hemos preguntado: “¿Dónde hallo el solaz, dónde, el alivio…?”. Nos preguntamos, “¿cómo puedo encontrar gozo a pesar de las dificultades de la vida terrenal?”.
La respuesta puede parecer demasiado simple, pero ha demostrado ser cierta desde los días de Adán. El gozo duradero se encuentra al centrarse en nuestro Salvador, Jesucristo, y vivir el Evangelio tal como Él lo demostró y enseñó. Cuanto más aprendemos de Jesucristo, tenemos fe en Él y lo emulamos, más llegamos a entender que Él es la fuente de toda sanidad, paz y progreso eterno. Él invita a cada uno a venir a Él, una invitación que el presidente Henry B. Eyring ha calificado como “la invitación más importante que cualquier persona pueda aceptar”.

Aprender de Jesucristo

¿Cómo venimos a Él? El pasado abril, el presidente Russell M. Nelson y el élder M. Russell Ballard nos animaron a estudiar “El Cristo Viviente” como parte del aprendizaje acerca del Salvador. Muchos han aceptado el reto y han sido bendecidos. No hace mucho tiempo, una querida amiga dio a cada uno de sus hijos adultos copias del documento con imágenes del Evangelio para ilustrar cada frase. Los animó para que ayudaran a los nietos de ella a entenderlo y a memorizarlo. Un tiempo después, mi amiga compartió un video de su nieta de seis años, Leyna, recitando con entusiasmo y elegancia su versión memorizada. Me di cuenta de que si una pequeña de seis años lo podía hacer, ¡yo también puedo hacerlo!

A medida que he estudiado la vida y las enseñanzas de Jesucristo con más atención y he aprendido de memoria ‘El Cristo Viviente’, mi gratitud y mi amor por nuestro Salvador han aumentado. En cada frase de ese documento inspirado se halla un sermón y ha aumentado mi comprensión de Sus funciones divinas y de Su misión terrenal. Lo que he aprendido y sentido durante ese período de estudio y reflexión confirma que Jesús verdaderamente “es la luz, la vida y la esperanza del mundo”. Las Escrituras antiguas y las palabras de los profetas de los últimos días, escritas o habladas en alabanza a Él, testifican que “Su camino es el sendero que lleva a la felicidad en esta vida y a la vida eterna en el mundo venidero”.

Tener fe en Jesucristo

A medida que estudien la vida y las enseñanzas de Cristo en innumerables maneras, su fe en Él aumentará. Llegarán a saber que Él los ama individualmente y los entiende perfectamente. En Sus 33 años en la vida terrenal, Él sufrió rechazo, persecución, hambre corporal, sed y fatiga, soledad, abuso verbal y físico y, finalmente, una muerte atroz en manos de hombres pecadores. En el Jardín de Getsemaní y en la cruz del Calvario, sintió todos nuestros dolores, aflicciones, tentaciones, enfermedades y debilidades.


No importa lo que hayamos sufrido, Él es la fuente de sanidad. Aquellos que han experimentado cualquier forma de abuso, pérdida devastadora, enfermedad crónica o aflicción discapacitante, acusaciones falsas, persecución cruel o daño espiritual por el pecado o los malentendidos, pueden ser todos sanados por el Redentor del mundo. Sin embargo, Él no entrará sin invitación. Debemos venir a Él y permitirle efectuar Sus milagros.


Un hermoso día primaveral dejé la puerta abierta para disfrutar del aire fresco. Un pequeño pájaro entró por la puerta abierta y luego se dio cuenta de que no era donde quería estar. Voló desesperadamente alrededor de la habitación, yendo hacia el cristal de la ventana en un intento por escapar. Traté de guiarlo con cuidado hacia la puerta abierta, pero estaba asustado y se alejaba rápidamente. Por fin se posó encima de las cortinas exhausto y desconcertado. Tomé una escoba y lentamente acerqué el extremo con las cerdas hacia donde nerviosamente el pájaro se encaramó. Mientras sostenía la cabeza de la escoba junto a sus patas, él se posó vacilante sobre las cerdas. Muy lentamente, caminé hacia la puerta abierta, sosteniendo la escoba lo más firmemente que pude. Tan pronto como llegamos a la puerta abierta, el pájaro rápidamente voló hacia la libertad.


Al igual que ese pájaro, a veces tenemos miedo de confiar porque no comprendemos el amor y el deseo absolutos que Dios tiene de ayudarnos. Sin embargo, cuando estudiamos el plan de nuestro Padre Celestial y la misión de Jesucristo, entendemos que el único objetivo de Ellos es nuestra felicidad y progreso eternos. Les complace ayudarnos cuando pedimos, buscamos y llamamos. Cuando ejercemos fe y humildemente somos receptivos a Sus respuestas, nos libramos de las limitaciones de nuestros malentendidos y suposiciones, y se nos puede mostrar el camino a seguir.


Jesucristo es también la fuente de paz. Él nos invita a “apoyarnos en [Su] amplio brazo” y promete la “paz… que sobrepasa todo entendimiento”, un sentimiento que se recibe cuando Su Espíritu “[habla] paz a nuestras almas” sin importar los retos que nos rodeen. Ya se trate de luchas personales, problemas familiares o crisis comunitarias, recibiremos paz a medida que confiemos en que el Hijo Unigénito de Dios tiene el poder para calmar nuestras almas doloridas.

Snježana Podvinski, una de los pocos santos de Karlovac, Croacia, se apoyó en el Salvador cuando su esposo y sus padres murieron en un período de seis meses el año pasado. Afligida, pero con un testimonio de que las familias son eternas, utilizó todos sus ahorros para viajar al templo, donde fue sellada a su esposo y padres. Ella comentó que esos días en el templo fueron un punto memorable en su vida. Debido a su firme testimonio de Jesucristo y Su expiación, ha sentido paz y ha experimentado sanidad que también han sido una fuerza para los que la rodean.


La fe en Jesucristo brinda incluso más dones que la sanidad y la paz. Como dijo el presidente Henry B. Eyring: “He estado agradecido por las muchas maneras en que el Señor me ha visitado con el Consolador cuando he necesitado consuelo. Sin embargo, nuestro Padre Celestial no se preocupa solo de nuestro consuelo, sino que aun más de nuestro progreso”.


Debido a la expiación de Jesucristo, que incluye los dones de redención y resurrección, podemos arrepentirnos, cambiar y progresar eternamente. Debido al poder que Él nos da al ser obedientes, somos capaces de llegar a ser más de lo que podríamos por nosotros mismos. No podemos entender completamente cómo, pero cada uno de nosotros que haya sentido un aumento en la fe en Cristo también ha recibido una mayor comprensión de nuestra identidad divina y su propósito, llevándonos a tomar decisiones que sean compatibles con ese conocimiento.


A pesar de un mundo que intentará degradarnos al nivel de “simples animales”, el saber que Dios es nuestro Padre nos asegura que tenemos un potencial divino y una promesa de realeza. A pesar de un mundo que nos dice que esta vida es un callejón sin salida, saber que el Hijo Unigénito de Dios ha hecho posible que seamos redimidos y resucitados, nos da esperanza de un progreso eterno.

Emular a Jesucristo

A medida que aprendemos más acerca de Jesucristo, desarrollamos una mayor fe en Él y naturalmente queremos seguir Su ejemplo. Guardar Sus mandamientos se convierte en nuestro mayor deseo. Nuestros corazones anhelan aliviar el sufrimiento de los demás, como Él lo hizo, y queremos que experimenten la paz y la felicidad que nosotros hemos encontrado.


¿Por qué el tratar de hacer lo que Él hizo tiene tanto poder? Porque cuando ponemos nuestra fe en acción, el Espíritu Santo da testimonio de la verdad eterna. Jesús instruye a Sus discípulos a guardar Sus mandamientos porque Él sabe que si seguimos Su ejemplo, comenzaremos a sentir gozo, y al seguir en Su camino, llegaremos a una plenitud de gozo. Él explicó: “Estas cosas os he hablado para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea completo”.


¿Están nuestros testimonios edificados sobre el fundamento básico de Jesucristo y Su evangelio? Cuando las tormentas de la vida pesan sobre nosotros, ¿buscamos frenéticamente un libro de instrucciones o un mensaje de internet para pedir ayuda? Dedicar tiempo a edificar y fortalecer nuestro conocimiento y testimonio de Jesucristo rendirá ricos dividendos en épocas de prueba y adversidad. La lectura diaria de las Escrituras y reflexionar en las palabras de los profetas vivientes, participar en la oración personal y sincera, participar conscientemente de la Santa Cena cada semana, prestar servicio como lo haría el Salvador, cada una de esas simples actividades se convierten en el cimiento de una vida de gozo.


¿Qué les trae gozo? ¿Ver a sus seres queridos al final de un largo día? ¿La satisfacción de un trabajo bien hecho? ¿La luz en los ojos de alguien cuando comparten su carga? ¿Las palabras de un himno que les llega al corazón? ¿El apretón de manos de un amigo cercano? Dediquen un momento en privado a reflexionar sobre sus bendiciones, y luego busquen maneras de compartirlas. A medida que tiendan una mano para servir y edificar a sus hermanos y hermanas en su vecindario o por todo este mundo que está en tanta conmoción, sentirán mayor paz y sanidad, e incluso progreso.


Venid a Él. Testifico que al centrar su vida en Jesucristo, encontrarán gozo en sus circunstancias, cualesquiera que sean. En verdad, “Nuestro Señor” es la respuesta. Hagamos y dediquemos tiempo para llegar a conocer a Jesucristo mediante el estudio diligente, al desarrollar mayor fe en Él y al esforzarnos por llegar a ser cada vez más semejante a Él. Al hacerlo, también nos inclinaremos a decir, con la pequeña Laynie: “Gracias sean dadas a Dios por la dádiva incomparable de Su Hijo divino”. En el santo y sagrado nombre de Jesucristo. Amén.

El gozo y la supervivencia espiritual

Por el presidente Russell M. Nelson

Cuando centramos nuestra vida en Jesucristo y en Su Evangelio, podemos sentir gozo independientemente de lo que esté sucediendo —o no esté sucediendo— en nuestra vida.

Mis queridos hermanos y hermanas, hoy me gustaría tratar un principio que es clave para nuestra supervivencia espiritual. Es un principio que solamente se volverá más importante a medida que aumenten las tragedias y las farsas que nos rodean.


Estos son los últimos días y a ninguno de nosotros debería sorprenderle ver que las profecías se cumplen. Muchísimos profetas, entre ellos Isaías, Pablo, Nefi y Mormón, previeron los tiempos peligrosos que vendrían, que en nuestra época todo el mundo estaría en conmoción, que los hombres serían “amadores de sí mismos… sin afecto natural… amadores de los deleites más que de Dios”, y que muchos se convertirían en siervos de Satanás y defenderían la obra del adversario. Ciertamente, ustedes y yo “tenemos lucha… contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo, [y] contra las fuerzas espirituales de maldad en las regiones celestes”.


A medida que los conflictos escalan entre las naciones, los terroristas cobardes lastiman a los inocentes y la corrupción es cada vez más común en todo, desde el ámbito comercial hasta el gubernamental, ¿qué puede ayudarnos? ¿Qué puede ayudar a cada uno de nosotros con nuestras luchas personales y con el riguroso desafío de vivir en estos últimos días?


El profeta Lehi enseñó un principio para la supervivencia espiritual. Primero, consideren las circunstancias de él: había sufrido persecución en Jerusalén por predicar la verdad, y el Señor le había mandado que dejara sus posesiones y huyera al desierto con su familia. Había vivido en una tienda y sobrevivido con la comida que podía encontrar por el camino hacia un destino desconocido; y había visto a dos de sus hijos, Lamán y Lemuel, rebelarse contra las enseñanzas del Señor y atacar a Nefi y a Sam, sus hermanos.
Claramente, Lehi conocía la oposición, la ansiedad, la pena, el dolor, la decepción y el pesar, y aun así declaró con audacia y sin reserva un principio que le reveló el Señor: “… existen los hombres para que tengan gozo”. ¡Imagínense! ¡De todas las palabras que podría haber empleado para describir la naturaleza y el propósito de nuestra vida en la mortalidad, él escogió la palabra gozo!


La vida está llena de desvíos y callejones sin salida, pruebas y dificultades de toda índole. Probablemente cada uno de nosotros ha tenido momentos en los que la aflicción, la angustia y el desaliento casi nos han consumido. ¿Y aun así estamos aquí para tener gozo?
¡Sí! ¡La respuesta es un sí rotundo! Pero, ¿cómo es posible eso?; y ¿qué debemos hacer para reclamar el gozo que nuestro Padre Celestial tiene reservado para nosotros?


Eliza R. Snow, segunda Presidenta General de la Sociedad de Socorro, brindó una respuesta fascinante. A causa de la infame orden de exterminio de Misuri, emitida al comienzo del inclemente invierno de 1838, ella y otros santos se vieron obligados a huir del estado ese mismo invierno. Cierta noche, la familia de Eliza se acomodó en una pequeña cabaña que los santos usaban a modo de refugio. Las personas que habían estado allí antes que ellos habían quitado gran parte del relleno de entre los troncos para usarlo como combustible, por lo que había agujeros lo bastante grandes como para que se metiera un gato. El frío era intenso y la comida estaba congelada.


Esa noche, cerca de ochenta personas se apiñaron en aquella pequeña cabaña de apenas seis metros cuadrados. La mayoría pasaron la noche sentados o de pie para tratar de entrar en calor. Afuera, un grupo de hombres pasaron la noche alrededor de una gran fogata; algunos cantaban himnos y otros asaban papas (patatas) congeladas. Eliza registró: “No se oyó ni una queja; todos estaban alegres y, a juzgar por las apariencias, si alguien nos hubiera visto nos habría tomado por excursionistas más que por un grupo de exiliados del gobierno”.
El informe que Eliza escribió acerca de aquella noche agotadora y gélida fue sorprendentemente optimista; ella declaró: “Fue una noche muy feliz. Nadie sino los santos puede ser feliz en cualquier circunstancia”.


¡Así es! Los santos pueden ser felices en cualquier circunstancia. ¡Podemos sentir gozo aun cuando tengamos un día malo, una semana mala o hasta un año malo!
Mis queridos hermanos y hermanas, el gozo que sentimos tiene poco que ver con las circunstancias de nuestra vida, y tiene todo que ver con el enfoque de nuestra vida.


Si centramos nuestra vida en el Plan de Salvación de Dios, el cual nos acaba de enseñar el presidente Thomas S. Monson, y en Jesucristo y Su Evangelio, podemos sentir gozo independientemente de lo que esté sucediendo —o no esté sucediendo— en nuestra vida. El gozo proviene de Él, y gracias a Él. Él es la fuente de todo gozo. Lo sentimos en Navidad cuando cantamos “¡Regocijad! Jesús nació”, y podemos sentirlo el resto del año. Para los Santos de los Últimos Días, ¡Jesucristo es gozo!
Esa es la razón por la que los misioneros dejan sus hogares para predicar Su evangelio. La meta de ellos no es aumentar el número de miembros de la Iglesia, sino enseñar y bautizar ¡para llevar gozo a la gente de todo el mundo!


Así como el Salvador nos brinda una paz que “sobrepasa todo entendimiento”, también nos brinda una intensidad, profundidad y amplitud de gozo que desafía la lógica humana o la comprensión mortal. Por ejemplo, no parece posible sentir gozo cuando un hijo padece una enfermedad incurable, o cuando perdemos el empleo, o cuando nuestro cónyuge nos traiciona. Sin embargo, ese es precisamente el gozo que brinda el Salvador. Su gozo es constante, asegurándonos que nuestras “aflicciones no serán más que por un breve momento” y que serán consagradas para nuestro provecho.
Entonces, ¿cómo podemos reclamar ese gozo? Para empezar, podemos “[poner] los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe” “en todo pensamiento”. Podemos dar gracias por Él en nuestras oraciones y al observar los convenios que hemos hecho con Él y con nuestro Padre Celestial. Nuestro gozo aumentará al grado en que nuestro Salvador llegue a ser más y más real para nosotros y supliquemos que se nos conceda Su gozo.


El gozo es poderoso, y el centrarse en él trae el poder de Dios a nuestra vida. Como en todas las cosas, Jesucristo es nuestro máximo ejemplo, “quien, por el gozo puesto delante de él, sufrió la cruz”. ¡Piensen en ello! A fin de que Él pudiese soportar la experiencia más intensa que se haya padecido en la tierra, ¡nuestro Salvador se centró en el gozo!
¿Y cuál fue el gozo que se puso delante de Él? Seguramente incluía el gozo de limpiarnos, sanarnos y fortalecernos; el gozo de pagar por los pecados de todo el que se arrepintiera; el gozo de hacer posible que ustedes y yo regresáramos a casa —limpios y dignos— para vivir con nuestros Padres Celestiales y nuestras familias.


Si nos centramos en el gozo que recibiremos nosotros o aquellos a quienes amamos, ¿qué podemos soportar que por el momento parece ser abrumador, doloroso, aterrador, injusto o simplemente imposible?
Un padre en una situación espiritualmente precaria se centró en el gozo de finalmente ser limpio y estar bien con el Señor —el gozo de estar libre de culpa y vergüenza—, y el gozo de tener paz mental. Ese enfoque le dio el valor de confesar a su esposa y al obispo su problema con la pornografía y su infidelidad subsiguiente. Ahora está cumpliendo con todo lo que su obispo le aconseja hacer, y se esfuerza de todo corazón por recuperar la confianza de su amada esposa.


Una jovencita se centró en el gozo de mantenerse sexualmente pura para poder soportar las burlas de sus amigas mientras se alejaba de una situación popular y provocativa, aunque espiritualmente peligrosa.
Un hombre que con frecuencia degradaba a su esposa y se complacía en los arrebatos de enojo que tenía con sus hijos, se centró en el gozo de ser digno de tener el Espíritu Santo como su compañero constante. Ese enfoque lo motivó a despojarse del hombre natural, ante el cual había sucumbido con demasiada frecuencia, y a hacer los cambios necesarios.
Hace poco, un querido colega me contó de las pruebas agobiantes por las que había pasado durante las últimas dos décadas. Él dijo: “He aprendido a sufrir con gozo; mi sufrimiento fue consumido en el gozo de Cristo”.


¿Qué no seremos capaces de sobrellevar ustedes y yo si nos centramos en el gozo que está “puesto delante de” nosotros? ¿Qué arrepentimiento no será posible entonces? ¿Qué debilidad no se tornará en fortaleza? ¿Qué disciplina no se convertirá en una bendición? ¿Qué decepciones, e incluso tragedias, no serán para nuestro bien? ¿Y qué servicio difícil no seremos capaces de brindarle al Señor?


Al centrarnos diligentemente en el Salvador y después seguir Su modelo de centrarnos en el gozo, necesitamos evitar aquello que pueda interrumpir nuestro gozo. ¿Se acuerdan de Korihor, el anticristo? Korihor fue de un lugar a otro diciendo muchas falsedades sobre el Salvador hasta que fue llevado ante el sumo sacerdote, quien le preguntó: “¿Por qué andas pervirtiendo las vías del Señor? ¿Por qué enseñas a este pueblo que no habrá Cristo, para interrumpir su gozo?”
Todo lo que se oponga a Cristo o a Su doctrina interrumpirá nuestro gozo. Eso incluye las filosofías de los hombres, tan abundantes en línea y en la blogosfera, que hacen exactamente lo que hizo Korihor.
Si ponemos la vista en el mundo y seguimos sus fórmulas para la felicidad, jamás conoceremos el gozo. Los injustos pueden experimentar cualquier número de emociones y sensaciones, ¡pero jamás experimentarán gozo! El gozo es un don para los fieles; es el don que proviene de tratar de vivir, de forma intencional, una vida de rectitud, como enseñó Jesucristo.


Él nos enseñó la forma de tener gozo. Cuando elegimos al Padre Celestial para que sea nuestro Dios y cuando podemos sentir la expiación del Salvador obrar en nuestra vida, seremos llenos de gozo. Cada vez que damos apoyo a nuestro cónyuge y guiamos a nuestros hijos, cada vez que perdonamos a alguien o pedimos perdón, podemos sentir gozo.
Cada día que ustedes y yo escojamos vivir leyes celestiales, cada día que observemos nuestros convenios y ayudemos a los demás a hacer lo mismo, tendremos gozo.


Den oído a estas palabras del salmista: “A Jehová he puesto siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido… en [Su] presencia hay plenitud de gozo”. Cuando ese principio se grabe en nuestro corazón, cada día puede ser un día de gozo y alegría. De ello testifico en el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.